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lunes, 2 de marzo de 2015

El anillo episcopal (ejercicio)

Se trata de un ejercicio: escribir un relato a partir de cualquier noticia del periódico. (importante leer la noticia antes)

http://www.20minutos.es/noticia/2289405/0/uriarte/anillo/robo-obispo-beso/

http://www.elcorreo.com/bizkaia/sociedad/201411/06/roban-anillo-episcopal-juan-20141106204521.html


El relato


La culpa es de esta maldita crisis, que nos está arrastrando a todos”, se repetía una y otra vez intentando aliviar su sentimiento de culpa, aunque el charco de sudor que había en las sábanas era un indicio de que aquella práctica no servía para nada.
La idea de vender el anillo episcopal le perturbaba el alma pero, dadas las circunstancias, se veía en la obligación de hacerlo: cada día tenía que enfrentarse a la situación de ver cómo su gente era empujada a una vida más miserable y mientras, la Iglesia Católica, institución de la caridad, miraba hacia otro lado.

Todo surgió cuando un hombre al que veía frecuentemente por el barrio le sugirió el negocio.   – Ese anillo de oro – le dijo – vale una fortuna. Podrías solucionar la vida a medio vecindario, si de verdad es lo que quieres hacer, como tanto dices siempre. Conozco a un menda acostumbrado a este tipo de tratos. Es muy discreto. Y en el barrio nadie sabrá lo que hiciste. Te voy a apuntar en un papel la dirección del pollo, y mi número de teléfono, por si quieres que te acompañe, que alguien como tú es una perita en dulce para los maleantes –.
A pesar de tomárselo como una ofensa y rechazar la idea de manera categórica – ¡vender un anillo sagrado! – lo cierto es que jamás tiró el papel. Lo guardó en su mesilla de noche, un lugar en el que no lo podría ver, pero tampoco lo podría perder. 
Aproximadamente un mes después de aquella conversación ocurrió algo que le hizo cambiar totalmente de parecer. Se estaba preparando la comida y como de costumbre tenía el transistor puesto, pues le gustaba escuchar las noticias mientras cocinaba. El informativo lo abrieron con el siguiente titular: J.L., ahogado por las deudas y a punto de ser desahuciado se había quitado la vida en el barrio bilbaíno de L. Al momento, palideció ¡No podía creerlo!. Hacía un par de días había estado hablando con él, intentando darle esperanzas, diciéndole que aguantara, que todo saldría bien. Había llegado la hora: tenía que vender ese maldito anillo.
Inmediatamente llamó al hombre que haría de intermediario, y llegaron a un acuerdo: quedarían al día siguiente en la calle María Díaz de Haro número 10, que era donde se encontraba el local, más bien un piso. Ahí le esperaría junto a su comprador – Has hecho muy bien – le dijo su interlocutor – con esto le solucionarás la vida a un montón de gente -. Durante el resto del día estuvo ideando un plan para no dejar ningún cabo suelto. ¿Qué diría si la policía aparecía por sorpresa? ¿Con quién diría que estuvo por si empiezan a sospechar? Para cada una de esas preguntas tenía una respuesta de lo más convincente.

Respiró hondo, se levantó de la cama, tomó un café con leche y un par de galletas y después de vestirse salió a la calle a cumplir su misión.
A la altura del número 50 de la calle María Díaz de Haro, a menos de cinco minutos de su piso franco, ocurrió lo único que no estaba dentro de sus planes: con la excusa de besarle la mano una mujer le robó el anillo. Salió corriendo y se metió en el número 10 de aquella misma calle. 

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