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miércoles, 9 de enero de 2013

Capítulo 1. Despertares




 Capítulo 1. Despertares





Suena el despertador. Para hacer justicia a la verdad deberías decir los despertadores, ya que tres son los relojes que tienes colocados – en perfecta   sincronía – por diferentes partes de la habitación. Hace tiempo que dejaste de preguntarte si el que tus vecinos te retiraran el saludo tendrá algo que ver con tus insaciables horas de sueño. Te quedas en la cama cinco (quince) minutos más, acordándote de aquellos familiares que ya no están en este mundo. Una vez acabado este ejercicio mental tan saludable llega el momento de hacer el mayor esfuerzo que cualquier ser humano haya conocido jamás: levantarse. Te quitas las sábanas pero, rápidamente, te las vuelves a poner: aún no estás preparada para enfrentarte a las gélidas temperaturas que hay fuera, por mucho que el pingüino que se ha instalado en tu habitación te diga que no es para tanto. Siempre has admirado a aquellas personas que son capaces de levantarse sin titubear y, además, de buen humor. Tú no. Tú tienes que luchar todas las mañanas contra viento y marea antes de comenzar un nuevo día. En esa oscuridad que existe cuando aún no se han puesto las calles; cuando la luna se está tomando la última copa, tratas de vislumbrar, en un claro desafío a tus dioptrías, la bata. Por bata entiéndase albornoz. La hallas. ¡Éste, éste es el momento! Rauda y veloz, con un gesto firme y decidido, apartas las sábanas, esta vez para siempre y, haciendo giros imposibles, estirando tus brazos hasta límites insospechados, alcanzas tu próxima fuente de calor. Te pones las zapatillas, enciendes la luz – momento del día en el que tus retinas se queman un poco más – y como si del mismísimo campeonato mundial de esquí de fondo se tratara, llegas a la cocina. Es la hora del café.

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