Capítulo 1. Despertares
Suena
el despertador. Para hacer justicia a la verdad deberías decir los
despertadores, ya que tres son los relojes que tienes colocados – en
perfecta sincronía – por diferentes
partes de la habitación. Hace tiempo que dejaste de preguntarte si el que tus
vecinos te retiraran el saludo tendrá algo que ver con tus insaciables horas de
sueño. Te quedas en la cama cinco (quince) minutos más, acordándote de aquellos
familiares que ya no están en este mundo. Una vez acabado este ejercicio mental
tan saludable llega el momento de hacer el mayor esfuerzo que cualquier ser
humano haya conocido jamás: levantarse. Te quitas las sábanas pero, rápidamente,
te las vuelves a poner: aún no estás preparada para enfrentarte a las gélidas
temperaturas que hay fuera, por mucho que el pingüino que se ha instalado en tu
habitación te diga que no es para tanto. Siempre has admirado a aquellas
personas que son capaces de levantarse sin titubear y, además, de buen humor.
Tú no. Tú tienes que luchar todas las mañanas contra viento y marea antes de
comenzar un nuevo día. En esa oscuridad que existe cuando aún no se han puesto
las calles; cuando la luna se está tomando la última copa, tratas de
vislumbrar, en un claro desafío a tus dioptrías, la bata. Por bata entiéndase
albornoz. La hallas. ¡Éste, éste es el momento! Rauda y veloz, con un gesto
firme y decidido, apartas las sábanas, esta vez para siempre y, haciendo giros
imposibles, estirando tus brazos hasta límites insospechados, alcanzas tu
próxima fuente de calor. Te pones las zapatillas, enciendes la luz – momento del día en
el que tus retinas se queman un poco más – y como si del mismísimo campeonato
mundial de esquí de fondo se tratara, llegas a la cocina. Es la hora del café.
Queremos saber que pasa después del café.
ResponderEliminarPronto pequeño padawan, pronto. =D
Eliminar